Hace muy pocos años nada de esto existía, no había WhatsApp ni SnapChat ni EndoMondo o PeriScope, suena a tiempos lejanos ¿Verdad?

Ahora nuestros jóvenes son incapaces de concebir un mundo sin el uso de su móvil inteligente. Pero, aunque pudiera parecer una moda, las aplicaciones móviles ya hace tiempo que superaron esa etapa; son un elemento indispensable en nuestra sociedad, en nuestra forma de relacionarnos y, en definitiva, de vivir.

No se trata de un fenómeno reservado a los más jóvenes, no. En la calle, cafeterías, supermercados… No hay lugar ni persona capaz de escapar de su influjo y los mecanismos sociales hacen que todo aquel que lo intente acabe siendo absorbido por la presión social.

Las aplicaciones móviles de mi día a día

Con lo consiguiente, es probable que os describa la rutina de muchos de vosotros en un muy alto porcentaje:

Me levanto de la cama, aún con sueño tras apagar la alarma del móvil, y miro la aplicación del tiempo para saber cómo se comportará el cielo de Sevilla en el día de hoy. Antes de ir a trabajar, siquiera de ducharme, aprovecho para salir a correr media hora, así me activo un poco y, por supuesto, enciendo alguna aplicación que mediante geolocalización GPS pueda medir la distancia que recorro, así como mi velocidad.

Una vez he terminado, me tomo el pulso, también con una aplicación, me ducho y me voy a trabajar. Mientras espero en la estación que llegue mi tren estoy jugando a alguna aplicación móvil, aunque sea una chorrada paso el rato mientras me cuelan algunos anuncios.

En el trabajo no puedo dejar el móvil demasiado lejos: siempre hay algo que comentar, una mención que responder o un mensaje que contestar.

Una vez termino mi jornada laboral me apetece quedar con alguien para ir a cenar y así desconectar un poco. Busco otra vez alguna aplicación que me aconseje dónde puedo ir.

Vuelvo a casa y me voy a dormir.

Un día normal como cualquier otro en la vida de todos y cada uno de nosotros. Seguro. Las aplicaciones móviles son nuestro modus vivendi.