El marketing directo es uno de los recursos más efectivos para lograr aumentar el número de clientes de cualquier empresa. El mismo se basa en enviar a su clientela una serie de mensajes con ofertas, novedades y similares pero siempre apostando por la personalización de estos envíos.

Nadie duda que recibir un mensaje directo y con una oferta acorde con nuestros gustos mejora la reputación del remitente de forma automática. A todo lo anterior habría que oponer una serie de aspectos que conforman el lado negativo de este tipo de marketing.

Qué evitar a la hora de hacer marketing directo

El primer punto, y quizás el más básico, es que el envío de este tipo de mensajes se hace de forma genérica y tras haber introducido una serie de parámetros en un programa informático. Este acto supone no controlar la cartera de clientes de forma eficiente y también cierto riesgo en lo que a resultados positivos se refiere.

En algunas ocasiones resulta fácil leer mensajes poco trabajados, con contenidos mal escritos, que transmiten una imagen de descuido poco adecuada. La periodicidad de estos envíos, otra de las claves del éxito, no se respeta y tanto en envíos postales como electrónicos se opta por tirar a la papelera todo lo que huela a publicidad.

Es más, como ya sabrá, internet es uno de los campos abonados para este tipo de envíos. Si cada programa encargado de gestionar su correo tiene un apartado para calificar de spam un mensaje recibido es por algo.

Enviar mensajes a diestro y siniestro provoca un gasto más que considerable a todos los niveles. Primero de tiempo y segundo económico. Teniendo en cuenta el alto porcentaje de estos envíos que no logra convertirse en un aumento de beneficios; sería positivo estudiar muy bien la periodicidad de los mismos así como su calidad.

Piense que si ha comenzado una campaña de marketing directo su objetivo no es otro que el de fidelizar a su clientela y posteriormente aumentarla gracias a sus ofertas. Si esta fórmula genera más gastos que ingresos es que no está funcionando como debería. Un claro ejemplo de lo que venimos indicando puede ser el reparto de publicidad física por las ciudades. Si cada inmueble tiene una pequeña cesta destinada a la publicidad no es complicado pensar dónde terminarán todos esos folletos.

El cansancio de su cliente potencial

Posiblemente piense que sus campañas de marketing directo siguen los cánones establecidos. Intenta siempre personalizar los mensajes, analizar el segmento al que pertenece esa persona, enviar textos bien redactados, cuidar la periodicidad y ofrecer lo mejor de su empresa. Hace todo esto y no logra ver un cambio en su cuenta de resultados, ¿por qué?

La respuesta es bien sencilla. Lo mismo que hace usted lo hacen miles de empresas. Imagine que su cliente-tipo tiene entre veinte y treinta años y recibe sus mensajes por internet. Si cada día recibe una media de veinte mensajes de este tipo de marketing resulta complicado que lea todos y cada uno de ellos. Lo más fácil es seleccionarlos todos y enviarlos a la papelera.

Pero no  todo está perdido.  Teniendo en cuenta los aspectos anteriores y sobre todo apostando por la individualización logrará mejores resultados. De hecho, las redes sociales suelen facilitar este tipo de marketing directo pero casi camuflado entre las noticias y vídeos que ven sus posibles clientes en el futuro. Es más que probable que ahí esté la clave que está buscando para mejorar los beneficios de su establecimiento.

Conclusión

En el mundo de los negocios se suele optar por emprender campañas de marketing directo de forma agresiva. Los publicistas piensan que es la mejor opción para lograr mejores resultados. A todos parece olvidársele que ellos mismos son clientes a su vez de otras empresas y también qué hacen cuando reciben este tipo de mensajes físicos o electrónicos.

La idea no es convencer al cliente por agotamiento sino crear en esa persona la necesidad, por ficticia que sea, de nuestro producto o servicio. Este objetivo se consigue con paciencia y con una publicidad no tan directa.  Si no lo cree piense en el último capricho que se concedió y analice cómo le vendieron ese producto o experiencia. Ahí estará la clave para evitar los errores arriba expuestos y para comenzar a cambiar el rumbo de su negocio.